DIRECCIÓN IMAGINARIA ESTÁ LLENA DE CADÁVERES EXQUISITOS

Dirección imaginaria es el lugar dónde habitan extraordinarios, divertidos, locos e incoherentes cadáveres exquisitos, pedazos de arte fruto del trabajo colectivo de cuatro artistas multidisciplinares : Derek,  Meiga, Golondrinica y Only, del Taller práctico de Autoedición y Creación Colectiva Transmedia 2014 de Javier Garcia Herrero.

Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.

¿Cómo suenas en Paris?

Adresse Imaginaire



Cuando bajó del tren, ya había decidido dejar de fumar y depilarse las piernas. Le pareció lo más coherente para empezar una etapa bajo el uno de los puentes del Sena. Pero tras asomarse a las vitrinas de las “vaporettes” y ver los cigarrillos electrónicos, cambió de opinión: París no era el lugar idóneo para cambiar de vida.






Volver.

Volver sería una solución patética, tan patética y apetecible que no podía dejar de pensar en otra opción pero, igualmente, ya estaba decidido. Además, en el despreciable e infantil caso de volver, no tenía adónde… y si algo me impulsó hasta aquí, sola, desorientada y sin esperanza, es porque el pasado no sería tan suculento y estable como para aferrarme a él.

Ese mismo día, primeriza y virginal tenía mi primer casting. Debía concentrarme y no dejar que esos sentimientos pusilánimes me invadiesen. Y así, decidida, con ese brillo en la mirada que se pierde con el desgaste del ímpetu, y una sonrisa de las que luego duelen, paré el primer taxi que se acercó y le mostré, sin pronunciar palabra, un papel arrugado que contenía la dirección de mi futuro.



L’Imaginaire” se leía en letras doradas, al bajar del taxi. El taxi arrancó mientras me aproximaba a la puerta. Toqué el timbre decidida. “¡Al futuro!”

La puerta se abrió al espectáculo de mi vida.








¿A dónde te llevan tus pasos?



Cuando emprendas tu viaje a Itaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.
No temas a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al colérico Poseidón,
seres tales jamás hallarás en tu camino,
si tu pensar es elevado, si selecta
es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.
Ni a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al salvaje Poseidón encontrarás,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no los yergue tu alma ante ti.
Pide que el camino sea largo.
Que muchas sean las mañanas de verano
en que llegues -¡con qué placer y alegría!-
a puertos nunca vistos antes.
Detente en los emporios de Fenicia
y hazte con hermosas mercancías,
nácar y coral, ámbar y ébano
y toda suerte de perfumes sensuales,
cuantos más abundantes perfumes sensuales puedas.
Ve a muchas ciudades egipcias
a aprender, a aprender de sus sabios.
Ten siempre a Itaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.
Mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el camino
sin aguantar a que Itaca te enriquezca.
Itaca te brindó tan hermoso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene ya nada que darte.
Aunque la halles pobre, Itaca no te ha engañado.
Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,
entenderás ya qué significan las Itacas.



C. P. Cavafis. Antología poética. 

Paso oriental



Esta mañana he abierto los ojos, luego el despertador suena y yo quiero seguir durmiendo, y eso que es una hora más que decente para levantarse. Las 10 y pico. Pero por supuesto, a mí me da igual.

Pero siempre te acabas levantando, porque sabes que no queda otra. Bajo a tomarme el café y ahí está ella. Ella es Pepi, que siempre está de buen humor y yo siempre estoy de malo. Me anuncia los buenos días, guapísima, además, me llama. Yo le devuelvo un gruñido.

Soy una mala y eso a Pepi no parece afectarle.

Mientras que la cafeína surte su efecto, empiezo a comunicarme con ella, pues ella limpia mi casa cotizando en la seguridad social, y cuida de mi perro, bueno, el perro de mis padres, mientras ellos trabajan, y se supone que si pongo de mi parte seré feliz, y me pasarán cosas de puta madre, y además a mí me han enseñado a que hay que serlo, ser buena persona.

Pepi es testigo de Jehová y a veces mantenemos conversaciones existenciales. Esto es muy interesante. Yo la escucho y ella me escucha a mí. Ella es la positiva y yo la negativa. Ella cree en algo y yo en nada. Ella me intenta animar y yo intento morderme la lengua para no desanimarla.

Me enseña una foto mientras limpia el baño. Mira, me dice. Y entonces veo una foto que le han mandado por wassap, y entonces recuerdo que a odio la gente que quiere animarse por wassap con fotomontajes cutres o ilustraciones mediocres. Y recuerdo que yo me quiero suicidar y ella no. Y recuerdo que había una película japonesa que comienza con un científico que, al haber creado un monstruo horrible, decide suicidarse. Y antes de hacerlo, se quita los zapatos, antes de saltar al río, se quita los zapatos, y antes de saltar, los deja bien colocados.




Veo sus zapatos abandonados en la orilla como dos barquitas diminutas. El agua se agita levemente, burbujea entre ondas y, de repente, todo es calma y silencio. Me acerco un poco más, mientras observo el agua cristalina. Traspaso la realidad cristalina del agua y estoy allí, en medio del bosque japonés, que me habla. Las hojas de los árboles comienzan a susurrarme levemente: “ Él era el monstruo, él era el monstruo, él era el monstruo”.

Me levanto y grito:

- ¡¿Pepi?! ¡Pepi?!. ¿Dónde estás Pepi?. – Tiro la taza de café vacía, mientras giro y giro en medio de este bosque desconocido. Maldita Pepi, siempre está con los baños cuando más la necesito.

El bosque cruje y empiezo a oír unos pasos descalzos….




Lo sabía: cuando miro hacia atrás no hay nadie.

Pero ¿dónde se habrá metido Pepi? Recojo sus zapatos y me dirijo hacia la dirección contraria de la que escucho los pasos. Corro, y corro y ¡¡corro!!!

Me alejo de allí tan rápido como puedo, con los zapatos de Pepi en la mano, y el corazón que se me sale por la boca.

No la veo por ninguna parte. ¿Y si la que estaba en el agua era ella?

Empiezo a oír una música que me suena de algo, y me paro en seco. La duda me asalta: ¿volveré a ver a Pepi algún día?







Cuando miro hacia atrás no hay nadie. 
¿dónde se habrá metido Pepi? 
Me alejo de allí no hay nadie. 
¿dónde se habrá metido Pepi? 
No la veo por ninguna parte 
¿dónde se habrá metido Pepi? 
  
¿volveré a verla algún día? 
¿volveré a ver a Pepi? 











¿Cuándo decidiste ser mujer?




©Only 2014

De cómo mi abuela dejó de ser Ava Gadner





“El origen es incierto”- Me decía Ava desde la escalera en espiral. “¿Cuándo decidiste ser mujer?” El momento no está claro. Él siempre me dijo que era del material del que están hechos los sueños. Los orígenes proteicos se hallan escondidos en órficas espirales al inconsciente.



“Si subes las escaleras no encontrarás respuestas” - Ava era mi abuela y pasó mucho tiempo hasta que entendí por qué no le hacía gracia que trasteara por el desván de casa. Yo qué iba a saber, sólo quería jugar al escondida con Zaida, mi vecina. Pero la vieja Ava siempre se las arreglaba para sacarnos a jugar al patio, con algún bizcocho de nueces como anzuelo.

Sin embargo, subí. Subía las escaleras cuando la vieja Ava dormía la siesta los sábados; varias veces, muchas, pocas... Y hubo una vez que me marcó especialmente: entre todos los recuerdos que guardaba en el desván encontré fotos, cartas, ropa y otras pruebas suficientes para darme cuenta, para descubrir que, cuando decidió ser mujer, fue con otro hombre que no era mi abuelo.

María, vuelve.

Y entonces encontré al Doctor Saavedra mirándome muy fijamente a los ojos y no paraba de preguntar: “¿Y bien?”





No supe qué responder. En esas fotografías, en todas esas cartas había una sola palabra, únicamente una palabra que se repetía: María, María, María... Era como si toda mi infancia, toda mi vida, fuera la de todas y cada una de las mujeres que han poblado la tierra, pero a la vez, una certeza fatal inundaba mi cuerpo, como si por vez primera fuese consciente de que todo es invención, una gran ilusión insostenible. ¿Cómo podía explicar eso? ¿Hacerle entender a alguien, ajeno a mi, que sus recuerdos, sus vidas, sus sueños, no son más que el invento de algún artista frustrado escondido en lo mas miserable de su interior...? Todo se reduce a... María.




Somos hombres, mujeres, niños, gatos, mutantes, cartas, desechos, pasiones... Todo en tu interior, en un mismo cuerpo. Cárcel. 
 
Mi abuela no era Ava Gardner. Nunca lo fue. Tampoco lo desmintió.

Pues la verdadera Ava nunca reclamó su identidad. 

- ¿Quién quieres que sea ahora?- Podía leerse en una de sus últimas cartas.

En mi cabeza resonaba su voz, el eco de las palabras de mi abuela, quien antes de morir balbuceaba sin cesar: María, María, María, María…


¡ Perro Gitano !




Todos en el barrio sabíamos cuándo los gitanos iban a sacrificar a un galgo. Así, los domingos después de misa, de forma espontánea y en procesión, acudíamos expectantes todos los niños de los alrededores para contemplar a escondidas como ahorcaban, colgaban o en el mejor de los casos apaleaban al animal. Nos turnábamos, entre empujones nerviosos y alguna que otra pelea, por llegar cuanto antes a la mirilla de la puerta vieja y oxidada que nos permitiera observar y deleitarnos, degustando nuestro momento de gloria por estar ahí, asistiendo a tal primigenia hazaña. Primero iban los mayores, después los más fuertes y por último los más pequeños, débiles y reservados.

Era, en ese especie de ágora maldita, donde sufrí mis primeros contactos con las realidades más básicas del sexo.



Cuando la gente se agolpaba hasta no caber ni un alfiler, los gitanos rodeaban al galgo y empezaban a tirarle piedras para cabrearlo. Yo y mis compañeros nos moríamos de ganas por participar y apalear, pero nos estaba vetado. De repente el cabecilla del clan me miró, invitándome con sus gestos a coger un arma y pasar a la acción.

De lo contrario, quedaría para siempre desterrado del grupo.















Entonces llegó el coche patrulla y nos dijo que a jugar al balón a otra parte. El círculo se abrió, se diseminó, y el galgo salió corriendo.

Volví a casa mirando mis pies, y creí cruzarme con algunas gotas de sangre, puede que suyas.

Y eso fue todo.